lunes, 15 de octubre de 2007

Tonta nostalgia de Alemania

Que tontería,

Lo de sentir cierta meláncolia al pasear desde la cuesta Moyano subiendo por la tapia del Botánico hasta el museo del Prado y la fuente de Neptuno ya lo tenía yo por cosa lógica. Al fin y al cabo Madrid es hoy para mí algo más que un anecdótico lugar de nacimiento y si suelto una lagrimita, ahora que mi paso por la capi toca a su fin, espero que mis biógrafos y mis incondicionales sepan perdonármelo.

Especialmente en estos días en que el cielo es absolutamente azul y la luz fría del otoño acompaña los paseos, se hace más difícil decirle hasta luego a esa hermosa ciudad, a sabiendas de que en Suzhou los cielos son siempre grises, la humedad cala los huesos en invierno y el calor abrasa la piel en verano.

Lo que no esperaba es sentir algo parecido en el camino de Leonberg a Tuebingen, tomando una Heffe en el Neckarmueller o conduciendo a través de la espesa niebla mañanera, que oculta el paisaje a primera hora y después se levanta en jirones que suben desde los bosques de nombre evocador.

Y es que han sido muchos los días en los que he hecho ese camino, decenas las tardes en las que me he bebido esa Heffe, y montones de mañanas en las que, legañoso, he cruzado el bosque de Sildenfingen y al llegar arriba he parado el coche para mirar atrás y disfrutar de ese hermoso espectáculo de niebla rasgándose en las copas de los árboles, que en su día debía de poner a los romanos los pelos como escarpias cuando se aventuraban al este de Rhin.





Así que si esta tarde en Tuebingen, cuando me tome la última Heffe en el Neckarmueller, mientras las hojas recién caídas de los plátanos de la Isla floten lentas en las aguas del Neckar, si esta tarde suelto una lagrimilla también en la nostalgia de los buenos momentos que me ha prestado este país y sus alrededores (Stuttgart, Leonberg, Reutlingen, Tuebingen, Rottweil, Freiburg, Muenchen, Strasbourg, Dolomitas, Berlín, Berlín, Berlín, …), si cae esa lagrimita, digo, no me lo tengais en cuenta, un momento de debilidad lo tiene cualquiera.


El nostalgico llorica

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